Lejos de la realidad: 6

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Sigue caminando por las calles de aquel pueblo, de norte a sur, de este a oeste, pero sigue sin saber
nada de Kate.
Desorientada y sin saber que hacer vuelve a la oficina. Busca las llaves, aunque sin resultado porque
en aquel bolso
enorme no suele encontrar nada. De repente, a través del cristal, ve a una chica de espaldas y una
larga cabellera rubia. “¿Kate?” Con la misma que había aparecido ya no se encontraba ante sus ojos,
decide intentar abrir la puerta que recuerda haber dejado abierta, no abre. Golpea de nuevo,
pero nadie aparece para abrirle, parece no haber nadie dentro de aquel cuartucho. Un chico aparece
y girando el pomo de la puerta, le abre, le había sonado su cara pero tenía prisa, juraría haber visto a
Kate dentro.
Ya dentro recorre cada espacio en busca de la chica sin encontrarla, con ello llega a la conclusión,
Kate no estaba.

- ¿Se puede saber que busca? -pregunta una voz grave a su espalda.

- No, nada... -decide preguntarle- bueno, ¿has visto a la chica rubia que se suele sentar allí? –dice
mientras señala a la oficina de Kate- se llama Kate.

- No, aquí no ha entrado nadie desde hace dos horas, y ninguno se ha sentado en esas oficinas.

- ¿Seguro?

- Muy seguro.

Gin decide ir a su despacho y encerrarse dentro, coge su pequeño móvil y con los auriculares
empieza a escuchar música, una canción tras otra, pero sus preocupaciones la llevan lejos de
allí. Kate, Ian, un montón de circunstancias pasan por su mente, impidiendo así el disfrute de las
canciones, escuchando un eco a lo lejos, música vacia, sin letra.

Un tintineo artificial resonó a través de los altavoces de su ordenador, le había despertado de su
ensimismamiento.

En la pantalla de su ordenador había aparecido un pequeño mensaje, un nuevo correo pero esta vez
la afortunada que lo recibía era Kate. Dos en un día, un récord para el pueblo.
Se le ocurre una idea, tal vez debería llevárselo personalmente.

Imprime el mensaje, lo guarda en un sobre y lo coloca en el archivo de envios, pero lo quita y lo
guarda en su chaqueta, cuando terminase de trabajar se acercaría a su casa y vería como se
encuentra. Mira la dirección : Demarcación 7, Felipe Martel nº18. Su cara cambia, esa es su dirección, esa era su casa, ¿cómo podía estar su dirección si el mensaje iba dirigido a Kate?

Vuelve al despacho y se sienta delante del ordenador, cuando va a buscar el mensaje para volver a
imprimirlo,ya no está. Parecía no haber existido nunca, desaparecido de la bandeja de entrada, algo
raro estaba ocurriendo, no se borraban hasta pasados los cinco días permitidos para “reclamaciones
y otros” Mira la fecha que aparecía en la esquina inferior derecha de la pantalla y eso la sorprendió
más aún, salía adelantada seis días a la fecha real, después de verla la fecha volvió a su día actual,
del día veinte que aparecía volvió al catorce.

- ¡HAN HACKEADO LOS ORDENADORES!

El mismo chico que le había abierto la puerta aparecía gritando por delante de la puerta de su
despacho y de cada uno de los que estaban ocupados.

- ¡No abráis nada! Podría empeorar

Esa última frase la había dicho con una voz más serena, pero la advertencia llegó tarde para Gin,
ya había abierto de nuevo la bandeja de entrada en la que aparecía otro mensaje envíado a la misma
dirección pero esta vez con su nombre y justo cuando lo había abierto la pantalla de su ordenador
se apagó, apareciendo antes de finalizar el apagado el mismo cisne que había visto en el parque
cuando esperaba por Ian. Escondió rápidamente la carta que estaba a nombre de Kate, y esperó
pacientemente en lo que el chico volvía a pasar delante de su despacho y lo llamó.

Escuchó sus pasos acercarse a la puerta y cuando se encontraba delante de ella le miró directamente
a los ojos y reconoció su cara, esa cara que se había acercado aquella tarde a ella, recordó a
Johanna escondida detrás de un árbol, Johanna, desde ese día no la había vuelto a ver, ¿tendría
ya amigos? Seguro que sí, era una chica bastante afable. Estaba delante de ella su recuerdo más
profundo, lo único que no había querido contarle a Ian por todo lo que había sentido ese día, no lo
entendió en ese momento y tampoco lo entendió ahora. Jeff.

- Eh... mi … ordenador.. bueno... ya sabes.. - tartamudeaba pero no sabía porqué.

Recordó el momento de la despedida y cuando se encontró frente a las ruinas de su casa con
lágrimas en los ojos, las mismas lágrimas que intentaban salir ahora, respiró fuertemente mientras
intentaba guardar la compostura.

- ¿Sí? -él parecía impacientarse, no la había reconocido y le dolía, pero ella tampoco dijo nada para
que la recordase.

- Mi ordenador se apagó después de abrir una entrada en el correo de hoy.

- ¿A quién iba dirigida? Voy a intentar recuperarla.

- A mí... -se sonrojó, se sentía culpable de que aquel chico estuviese allí solucionando un problema
que había creado ella -no hace falta que la recuperes, no la quiero, fue esa carta la que destrozó el sistema,
solo me basta con que el ordenador vuelva a encenderse.

- Eso intentaremos -él le sonrió y ella cayó otra vez en el recuerdo.

2 comentarios:

  1. Aun no he empezado pero tengo muchas ganas de leer tu historia, enserio. EMOCIONADAA!=)

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    1. Muchas gracias, espero que ya la hayas empezado y que te guste. Un besito.

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