Habían pasado varias horas desde que Gin se presentó en su puerta
con esas sencillas palabras “Te perdono, y te perdonaría una y mil
veces más”, unas palabras que no habían conseguido que le
prestase mucha atención a lo que ahora le contaba.
- ...y por eso te quería pedir...
- Perdona Burdock, no me he enterado de una mierda de lo que has
dicho.
- A ver, recibí otro mensaje para acudir esta noche pero necesito
que, mejor dicho, quería pedirte que me acompañases... como
hiciste en la anterior ocasión.
- Es decir, lo que entiendo yo es que me pides que te acompañe, ¿para
qué? ¿Para salvarte de otro golpe en la cabeza y venirte a mi casa
a dormir? No eres lista tú ni nada -dijo en tono picaresco.
- Bueno, eso último sonaría bastante bien pero no voy a meterme en
tu cama de nuevo, nunca más.
- ¿Nunca? ¿Eso crees?
- Bastante que lo creo. No quiero verla más, ni siquiera entiendo
ahora la razón por la que vine, además de pedirte eso.
- ¿Me puedo pensar tu “humilde” invitación?
- Tienes hasta esta noche.
Sin mediar más palabra Ginger se levantó de la silla del comedor y
salió de la casa, ya volvería más tarde en busca de una respuesta,
en caso de recibir una negativa probablemente le tocaría ir sola.
Pasó las horas en el parque, se acercó al estanque y vio a los
hermosos cisnes incluido a su favorito, el especial. A cada dos o
tres minutos miraba el reloj que llevaba en su muñeca derecha, un
reloj que le había regalado su madre hacía muchos años, dorado y
con detalles negros, bastante feo para su gusto pero era el favorito
de Sonia y eso era ya una razón de peso para llevarlo. Se levantó
tres horas más tarde y se dirigió a la zona comercial de aquel
pueblo, ya no sabía que hacer para no notar el paso del tiempo y
mientras paseaba por el sinfín de callejuelas se encontró con una
joyería a la que no le había prestado atención anteriormente.
“Jewels.
Encargos a mano en menos de 2 horas”
No tenía nada más que hacer así que entró y observó las
numerosas filas de los infinitos escaparates que había allí dentro.
Vista desde fuera parecía una tienda de poca monta, de esas que no
tienen más de “15 metros cuadrados” pero al entrar fue como
descubrir un paraíso de colores, piedras preciosas y materiales
infinitos. Paseando la vista entre las joyas se percató de uno muy
especial, un pequeño colgante de un cisne blanco con el interior de
las alas negras y por ojos, dos piedras oscuras, además se
encontraba envuelto por un collar fino de plata. Llamó a la
dependienta y le pidió que lo sacase del mostrador, quien de buena
gana la ayudó a probárselo y le acercó un pequeño espejo para que
pudiese observarlo.
- Es precioso... -susurró
- Lo sé, es un cisne muy especial. Mi marido lo vio y me pidió que
hiciese un colgante con la foto que le había sacado, le dije que
era muy difícil pero se emperró tanto que lo terminé por hacer.
Cuando lo conseguí terminar lo primero que hizo fue ponerlo ahí,
donde mismo tú lo encontraste y me dijo que algún día alguien
vendría a por él.
- Su marido es un hombre excepcional.
- Era, -Gin la miró como dando el pésame a la vez que pedía perdon
y la dependienta pareció haberla entendido- pero el pasado no
duele, es más bien un pasado feliz así que no puedo quejarme de
ello.
- Este cisne le pertenece...
- No, él pidió que esperase a que alguien se enamorase de él.
- ¿Cuánto cuesta?
- No sé ponerle precio. ¿Cuánto pagarías tú por él?
- Lo que hiciese falta.
- Bien, entonces puedes llevártelo. No quiero nada por él.
- Pero... es tu trabajo, necesitas un precio por ello.
- No, Henri lo hubiese preferido así.
- Le debo una, dígame algo que necesite.
- Que cuides de ese colgante como si se te fuese la vida en ello. Tú
lo necesitas más que yo, tal vez algún día necesite algo y
espero...
- Me tendrá para lo que necesite Sra..... Perdone, no me sé su
nombre.
- Sylvie, y tú... ¿Ginger verdad?
- ¿Cómo lo sabes?
- Te diría que soy adivina, pero sencillamente eres igual a la
descripción que mi hija... - se produjo un silencio largo y
bastante incómodo -... me dio de ti.
- ¿Quién es su hija?
- Kate.
Kate, vuelta atrás. ¿Esta mujer era la madre de Kate?
- ¿Kate? ¿Se sabe algo de ella?
- No, no sé si empezar a creerme la historia que se escucha por ahí.
- ¿Qué historia?
- Que se fue con su novio a París.
Ginger se quedó un rato pensativa, el último día que la había
visto acababa de tirar una carta de su exnovio a la basura ya que
este la dejaba, no necesitaba más de ella, se iba lejos de allí
para tomarse un tiempo, dudaba mucho que fuese eso lo que le ocurría.
Podía haberse mudado o decidido irse de viaje ella sola, tampoco lo
veía factible pero era mejor que la idea de haber escapado tras el
mismo chico que la había dejado olvidada, con una nota.
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